LA CERTEZA COMO LÍMITE
Tiene uno ciertas certezas. Por lo regular eso funciona y hace que uno se justifique.O por lo menos funciona para errar con conciencia por el mundo, por un mundo que crean esas certezas que a su vez son confrontadas y forjadas desde el mundo o la vida que se vive (¡un bucle incómodo como tantos otros!). El problema es que a veces me molesta tener certezas. Y es que para mí las certezas funcionan como límites, como barreras y cortapisas. Tales certezas y todo lo que se da por sentado o por sabido se me antoja como un escollo o impedimento que no permite ir más allá de las mismas cosas.
Desconfío de esas certezas como desconfío de las experiencias que las generan y del mismo modo en como desconfío de las cosas en sí mismas. Pienso entonces en que hay algo más allá que no se nos es permitido ver. Eso(¡) es lo inefable y lo inenarrable: lo incognoscible.
¿Cuál sería entonces la llave de acceso a todo aquello que está escondido, como detrás (o delante) de la vida, si no lo son ni el lenguaje ni el entendimiento? Habrá seguramente un mecanismo que nos permitirá ir más allá y ese mecanismo estaría en lo que es cotidianamente imperceptible.
Pero imperceptible no parece ser la palabra adecuada. De ser así lo qué está "fuera de" sería siquiera sospechable. Y así no es la cosa. Se trata más bien de un descentramiento: una incertidumbre de la certeza.
Y nos creemos tan, con nuesto todo y nuestra vida... y lo sorpresivo es tan corriente y tan normal; y lo prodigioso tan cotidiano; y lo extraordinario tan claro; y lo milagroso tan usual y frecuente.
Entonces ya no queda nada qué admirar porque "todo" es tan que es suficiente, tan adecuado, tan...
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