sábado, abril 01, 2006

LA CERTEZA COMO LÍMITE

Tiene uno ciertas certezas. Por lo regular eso funciona y hace que uno se justifique.O por lo menos funciona para errar con conciencia por el mundo, por un mundo que crean esas certezas que a su vez son confrontadas y forjadas desde el mundo o la vida que se vive (¡un bucle incómodo como tantos otros!). El problema es que a veces me molesta tener certezas. Y es que para mí las certezas funcionan como límites, como barreras y cortapisas. Tales certezas y todo lo que se da por sentado o por sabido se me antoja como un escollo o impedimento que no permite ir más allá de las mismas cosas.
Desconfío de esas certezas como desconfío de las experiencias que las generan y del mismo modo en como desconfío de las cosas en sí mismas. Pienso entonces en que hay algo más allá que no se nos es permitido ver. Eso(¡) es lo inefable y lo inenarrable: lo incognoscible.
¿Cuál sería entonces la llave de acceso a todo aquello que está escondido, como detrás (o delante) de la vida, si no lo son ni el lenguaje ni el entendimiento? Habrá seguramente un mecanismo que nos permitirá ir más allá y ese mecanismo estaría en lo que es cotidianamente imperceptible.
Pero imperceptible no parece ser la palabra adecuada. De ser así lo qué está "fuera de" sería siquiera sospechable. Y así no es la cosa. Se trata más bien de un descentramiento: una incertidumbre de la certeza.
Y nos creemos tan, con nuesto todo y nuestra vida... y lo sorpresivo es tan corriente y tan normal; y lo prodigioso tan cotidiano; y lo extraordinario tan claro; y lo milagroso tan usual y frecuente.
Entonces ya no queda nada qué admirar porque "todo" es tan que es suficiente, tan adecuado, tan...

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Manifiesto por la reivindicación de los parques zonales y las cafeterías escolares

Manifiesto por la reivindicación de los parques zonales y las cafeterías escolares


La elaboración de un PEI (a saber: Proyecto Educativo Institucional) es siempre una labor similar a los trabajos de Hércules o a la condena de Sísifo o padecimientos por el estilo.

Un PEI, por ley, debe pensarse no sólo desde el colegio mismo, sino también en relación con la comunidad local, con la ciudad, el departamento, el país, el continente, el planeta, el universo y toda suerte de conglomerados sociales o cósmicos, y todo ello de la manera más sincrética y completa posible.

Por otro lado, desde el colegio mismo ha de pensarse en las múltiples, intrincadas y hasta rizómaticas relaciones que han de guardar sus diferentes estamentos… que los profesores, que los administrativos, que los empleados, que los padres de familia, que las aseadoras, que el vigilante, que los de la cafetería, que el de la ruta escolar, que… en fin, todos; y todos son todos, porque todos tienen que ver con la búsqueda de una educación integral y de calidad.

Por el lado de lo estrictamente académico, hay que pensar en los contenidos, los temas, las materias, los logros, los indicadores, las evaluaciones, las salidas pedagógicas, las convivencias, los enfoques curriculares que demanda el Estado, los lineamientos y hasta en los campeonatos de micro o básquet porque hay que hacer un uso adecuado del ocio.

Empero, después de tanto pensar en tanta teoría, infraestructura, andamiaje y hasta en el perro que acompañará al celador, nunca se cuenta con lo esencial: los estudiantes: esa especie que está en vía de extinción. Porque es que hay más de un majadero al que no le interesan ni los contenidos, ni las materias, ni las evaluaciones, ni los libros, ni los profesores, ni los administrativos, ni el Estado, ni las salidas pedagógicas, ni el de la ruta, ni la aseadora, ni el vigilante, ni su barrio, ni la ciudad, ni el país ni el continente, ni el planeta, ni el universo y ni siquiera lo que le pase o deje de pasar.

Nota: Se debería pensar en hacer más parques con campeonatos de micro o básquet y más cafeterías.

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